En 2025, la tecnología se revela como un hilo conductor entre educación, aprendizaje automático, infraestructuras y conectividad. Tres hilos se entrelazan para mostrar un futuro donde el talento humano, las máquinas y las infraestructuras físicas trabajan juntos para ampliar lo que es posible.
Un estudio publicado en Acta Psychologica desmonta una idea larga: la inteligencia no está fijada solo por la genética. Analizando 87 pares de gemelos monocigóticos criados por separado, los autores encontraron diferencias de hasta 15 puntos en el coeficiente intelectual cuando la educación difirió entre ellos. En escuelas con educación semejante, la diferencia promedia alrededor de 6 puntos; cuando uno recibió más años o una educación más exigente, la brecha se agranda. Este hallazgo sugiere que el entorno escolar puede modular incluso un potencial genético considerable, y propone un cambio de enfoque: analizar casos individuales y compartir datos para entender mejor cómo interactúan biología y educación. En palabras de los investigadores, la inteligencia no es un destino biológico, sino una posibilidad que el entorno puede expandir o limitar.
Este marco abre preguntas sobre cómo diseñamos políticas educativas y estrategias de desarrollo de talento en una era donde la IA y la neurociencia dibujan nuevas fronteras sobre lo que significa aprender y competir. Si la escuela importa tanto como la genética, invertir en educación se vuelve, también, una inversión en el desarrollo cerebral de las próximas generaciones.
En paralelo, la tecnología sigue consolidándose como una red de capacidades: desde la forma en que aprendemos hasta la manera en que nos conectamos con el mundo. En este contexto, Apple está preparando una nueva etapa de conectividad satelital que podría redefinir la experiencia móvil en situaciones de cobertura limitada, y Jensen Huang nos recuerda que el futuro del trabajo exigirá habilidades prácticas y especializadas para sostener infraestructuras de alta complejidad.
Así, la educación, el hardware y la conectividad no son piezas aisladas. Son capas de un mismo ecosistema tecnológico que puede ampliar o restringir el potencial humano, según cómo las diseñemos, financiemos y regulen.
Con esa visión, nuevos movimientos en el mundo de las ciudades digitales, las redes y el aprendizaje pueden converger para crear oportunidades más equitativas y resilientes ante la IA y el cambio tecnológico continuo.
En el terreno de la conectividad y la experiencia cotidiana, Apple planea ampliar las funciones satelitales para el iPhone y el Apple Watch. Se habla de llevar la conexión satelital a Mapas para navegar sin depender de red celular o Wi‑Fi, y de permitir mensajería con imágenes vía satélite. Además, se contempla una experiencia más natural de uso: ya no habría que apuntar al cielo para enviar mensajes o consultar mapas, sino interactuar con la conectividad satelital de forma similar a una red móvil. El plan incluye crear una API para que desarrolladores añadan conectividad satelital a sus apps, abriendo la puerta a mensajes, asistencia en carretera y herramientas profesionales, incluso con la posibilidad de planes de pago para funciones premium en el futuro.
La apuesta de Apple también contempla que los iPhone de 2026 incorporen soporte para 5G NTN, que extiende la cobertura mediante satélites y redes no terrenales. En el panorama actual, Globalstar y SpaceX aparecen como actores relevantes: la posibilidad de venta de Globalstar y la integración de Starlink suponen escenarios que podrían influir en costos y acuerdos de suministro. Todo ello se da en un contexto en el que la tecnológica ya ha explorado rutas como el Proyecto Águila, con socios como Boeing, antes de tomar la decisión de avanzar por diferentes caminos. Este conjunto de movimientos apunta a una conectividad más amplia y permeable, con un coste que podría trasladarse a usuarios y desarrolladores, y con una estrategia que busca abrir la tecnología a terceros para acelerar su adopción.
Por su parte, el sector tecnológico continúa mirando hacia infraestructuras cada vez más grandes y complejas. Jensen Huang ha colocado a los oficios prácticos como protagonistas en la carrera por la IA, destacando la necesidad de electricistas, fontaneros y carpinteros para construir y mantener los centros de datos que sostienen estas tecnologías. El mensaje es claro: la IA puede automatizar muchas tareas, pero aún depende de personal cualificado para diseñar, desplegar y mantener la infraestructura física que la hace funcionar. En medio de proyecciones como los 7 billones de dólares en gasto de capital en centros de datos para 2030, la economía de las habilidades prácticas y especializadas parece tomar protagonismo ante la automatización de tareas administrativas. En España, voces reconocidas coinciden con esa visión: las profesiones técnicas tradicionales podrían crecer en valor y remuneración ante la irrupción de la IA en oficinas y procesos rutinarios.
En otro frente, el sector público enfrenta sus propios desafíos de modernización. El gobierno británico destinó cientos de millones a migrar desde Windows 7 a Windows 10, una decisión cuestionada en un momento en que el soporte oficial de Windows 10 también está por terminar. Aun con un desembolso significativo, quedan miles de dispositivos y redes que requieren reemplazo, y la promesa de una fase futura centrada en migrar aplicaciones a la nube, automatización e IA sugiere un plan de modernization con ambiciones grandes pero con historial de retrasos y sobrecostes. Este caso subraya la complejidad de modernizar infraestructuras heredadas y la necesidad de una visión que combine hardware, software y servicios en la nube para lograr resultados sostenibles.
De cara al público y a las empresas, la conversación sobre conectividad satelital se está volviendo más concreta y estratégica. Apple está dispuesta a convertir una función de emergencia en una conectividad continua y versátil, con un modelo de negocio que podría incluir servicios premium y costos para operadores o terceros que quieran aprovechar la tecnología. Si la promesa de un ecosistema de APIs para conectividad satelital se materializa, podríamos ver una ola de nuevas aplicaciones y servicios que requieren menos dependencia de redes terrestres, manteniendo la conectividad en zonas remotas y durante emergencias. Todo ello reafirma una idea central: la tecnología no avanza solo en silos; avanza cuando la educación, la infraestructura y la conectividad se fortalecen juntos, permitiendo a personas y organizaciones enfrentar el futuro con mayor confianza.