La inteligencia artificial ya no es solo una herramienta. En conversaciones con su audiencia, el empresario y tecnólogo Santiago Bilinkis advierte que un 70 por ciento de las personas hoy casi no usa IA y que en unos años no saber usarla bien será como no saber leer en el siglo XX. Este pronóstico resalta una brecha entre acceso y uso que podría volverse una desventaja difícil de remontar.
Bilinkis describe la IA como un socio que puede ayudar a tomar decisiones si se le da contexto, límites y confianza progresiva. Mientras muchos la usan para tareas simples, una minoría ya delega investigación, redacción, análisis de datos y incluso estrategia personal a la IA.
Entre lo que la IA ya puede hacer hoy y que muchos aún no aprovechan, destacan capacidades como recordar preferencias para recomendar libros, razonar con explicaciones paso a paso, investigar con informes basados en estudios y presentar resultados completos sin necesitar clics en enlaces. También puede reconocer objetos, explicar su función y sugerir compras cuando se le muestra un elemento; y puede programar tareas recurrentes para trabajar de manera autónoma.
El momento no es de alarmismo, sino de entender que estamos ante un quiebre exponencial. A la vez, iniciativas como el uso de IA para problemáticas reales se están viendo a través de datos y herramientas que permiten medir impactos en urbanización, energía e información personal, abriendo la puerta a decisiones más informadas.
Un atlas para entender la urbanización y sus retos
Un ejemplo tangible de cuanta información puede aportarse desde la tecnología es el GlobalBuildingAtlas, un mapa 3D de los 2.750 millones de edificios del planeta generado a partir de imágenes satelitales desde 2019. Su resolución es unas 30 veces mayor que bases de datos previas y su cobertura incorpora zonas rurales y regiones antes invisibles para la cartografía global.
Este atlas permite medir la masa y la altura de cada edificio, calcular el volumen construido por persona y examinar patrones de ocupación. Su objetivo va más allá de la representación: se propone identificar desigualdades, evaluar riesgos de infraestructura y alimentar modelos climáticos más precisos para planificar políticas públicas y eficiencia energética basadas en datos abiertos.
Con acceso abierto para explorar cualquier punto, el atlas facilita entender la distribución de la población y su entorno, incluso en lugares remotos. En resumen, es una nueva capa de conocimiento que convierte cada edificio en un dato analítico.
La iniciativa abre puertas para que gobiernos y científicos prioricen inversiones con criterios basados en evidencia, no en suposiciones. Además, su valor para la gestión de desastres y la resiliencia climática lo sitúa como una referencia para quienes diseñan el futuro de las ciudades.
El panorama se enriquece cuando vemos que Nokia y Ericsson figuran como invitadas secretas de la revolución impulsada por la IA. En una era en la que las redes y la conectividad son la columna vertebral, estas telecoms se posicionan como actores clave en la difusión e implementación de tecnologías basadas en IA.
Y para entender la velocidad de la transformación, el debate sobre la burbuja de la IA alerta sobre riesgos de valoraciones elevadas y costes de entrenamiento. Las grandes como Google, OpenAI, Meta y Anthropic cuentan con ventajas de distribución y control de infraestructuras que podrían decidir quién sobrevive a un ajuste del mercado. Existen voces que señalan que el progreso técnico debe ir acompañado de capacidades para sostenerla en el tiempo.
En el terreno de la robótica y el hardware, el avance es palpable. Se habla de un cerebro universal para la robótica impulsado por la inteligencia artificial y, en ejemplos más visibles, destacan proyectos como un robot cuyo rostro se ha adaptado para parecer humano, y un robot peludo llamado Mirumi que imita la curiosidad de un bebé. Estos avances muestran hasta dónde llega la simulación de la inteligencia en máquinas y la capacidad de interacción con el mundo real.
En conjunto, estas noticias dibujan un mapa claro: la tecnología ya no es solo un conjunto de herramientas; es una red de datos, modelos y hardware que están dando forma a decisiones, infraestructuras y experiencias humanas. Quienes entiendan y apliquen estas dinámicas estarán mejor preparados para navegar la próxima década tecnológica.