En 2025, cinco historias recientes nos muestran el paisaje de la IA: apertura de modelos de código abierto, innovaciones que tocan la salud en casa, proyectos energéticos para sostener la infraestructura digital, debates sobre hábitos laborales y la pregunta de si la IA puede o debe ser arte. Estas piezas revelan cómo las grandes tecnológicas están dando forma a la industria y a la sociedad.
La primera historia llega de Alibaba. Su familia de modelos de IA, encabezada por Qwen, ha acumulado 400 millones de descargas y 140.000 derivados. Alibaba ha liberado 357 modelos en menos de dos años, un ritmo que, según la compañía, supera al de muchos competidores. Eddie Wu, CEO de Alibaba, habla de Qwen como el Android de la era IA. La estrategia es clara: regalar un sistema de IA para dominar la infraestructura y construir un ecosistema de nube y desarrolladores. Alibaba ya es la cuarta nube mundial, detrás de Amazon, Microsoft y Google, y planea invertir el equivalente a 53.000 millones de dólares en tres años en infraestructura de IA y nube. En el segundo trimestre de 2025, los ingresos relacionados con IA crecieron en triple dígito por séptimo trimestre consecutivo, y Alibaba Cloud aumentó ventas un 26% interanual. La apuesta es doble: modelos gratuitos para impulsar demanda de GPU y entrenamiento, y monetización a través de Alibaba Cloud. A esto se suma un roadmap ambicioso para ampliar el contexto de Qwen de 1 millón a 100 millones de tokens y escalar de un billón a diez billones de parámetros. Sin embargo, el mercado occidental aún no ha abrazado a Qwen con la misma intensidad que Llama de Meta en otras regiones, y quedan preguntas sobre si Occidente aceptará depender de un sistema operativo de IA diseñado en Hangzhou.
La segunda historia llega de Kohler y Dekoda, una cámara integrada en el váter que analiza las deposiciones para evaluar la salud. Dekoda, que se vende por 600 dólares, ofrece una suscripción mensual de 6,99 o 12,99 dólares y, si es necesario, un sensor de huellas para identificar a los usuarios. La cámara observa las deposiciones a través de una lente protegida por cifrado de extremo a extremo y utiliza espectroscopia para inferir aspectos de la salud a partir de la consistencia y el color. Entre sus capacidades está la detección de sangre en la orina o heces y el seguimiento de hábitos a lo largo de semanas para advertir cambios. Todo ello, eso sí, con consideraciones serias sobre la privacidad y el coste.
La tercera historia personaliza el futuro energético de la IA. Amazon ha presentado Cascade, una planta nuclear modular que utilizará Reactores Xe-100 y que se proyecta en Richland, Washington. Con una capacidad inicial de 320 MW en cuatro módulos y posibilidad de crecer a 960 MW con doce módulos, Cascade se concibe como un campus energético compacto y escalable. Además de alimentar la infraestructura digital de Amazon, el proyecto busca generar empleo local —más de 1.000 puestos en la construcción y al menos 100 fijos— y preparar a la región para una transición energética limpia. El calendario es conservador: la construcción podría empezar antes de que termine la década y la operación sería en la década de 2030, sujeto a licencias y desarrollo industrial. En el ecosistema tecnológico, Microsoft y Google también exploran o colaboran en soluciones de energía nuclear modular para apoyar la IA y la nube.
La cuarta historia se asoma a la cultura laboral de las grandes tecnológicas a partir de Bill Gates. En charlas con graduados, Gates relató una época de extrema exigencia, donde no creía en las vacaciones ni en los fines de semana y controlaba horarios observando, por ejemplo, las matrículas de coches en el aparcamiento para saber quién llegaba. El relato también menciona a Paul Allen y el ambiente de estrés que rodeaba esas primeras etapas de Microsoft, comparando incluso con prácticas de otras firmas de la época. Este recordatorio histórico contrasta con conversaciones actuales sobre productividad y el papel de las IA para ayudar a las personas a equilibrar trabajo y descanso, además de inspirar debates sobre cultura organizacional en Silicon Valley.
La quinta historia llega al cruce entre tecnología y arte: un caso de Midjourney. En 2022, una imagen creada con Midjourney ganó un concurso de arte digital en Colorado. Jason Allen intentó registrar la obra Théâtre d’opéra Spatial, pero la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos rechazó la solicitud, señalando que la obra contenía más que una cantidad mínima de contenido generado por IA. Allen sostiene que el prompts y la iteración constituyen un proceso artístico y que debería considerarse como una obra de arte, mientras que el tribunal sostiene que no se logró demostrar la contribución humana suficiente para el registro. Este caso reaviva el debate sobre si las imágenes generadas por IA deben ser consideradas arte, y cómo se valoran la intención y el proceso creativo frente a la técnica.
En conjunto, estas historias muestran un ecosistema tecnológico que busca equilibrar libre desarrollo y control, expansión de infraestructuras y consideraciones éticas, y una convivencia entre innovación y regulación. ¿Qué cambiará para las empresas y para los creadores cuando la IA se convierta en una infraestructura compartida, energética y cultural?