En 2025, Microsoft presentó una visión audaz sobre el futuro del desarrollo de software: agentes de inteligencia artificial que dejan de ser simples asistentes para convertirse en trabajadores digitales con identidad, permisos y una vida útil semejante a la de los empleados humanos. Bajo el nombre de Agent 365, la empresa propone tratar a estos agentes como “usuarios digitales” capaces de tomar decisiones, interactuar con sistemas y colaborar en la construcción y ejecución de soluciones.
Este cambio de paradigma rompe con la distinción tradicional entre humanos y procesos automatizados. Los agentes no se limitan a ejecutar tareas predefinidas; actúan con metas, contexto e intenciones, y cuentan con memoria y comprensión semántica para adaptarse al entorno empresarial. Es una transición de la automatización reactiva a una automatización proactiva y contextual.
Un componente clave de este ecosistema es Foundry, una plataforma que facilita a los desarrolladores integrar capacidades empresariales complejas mediante el protocolo Model Context Protocol (MCP). Desarrollado por Anthropic, MCP permite la comunicación entre modelos de lenguaje y servicios de software como bases de datos, CRM y aplicaciones de productividad, eliminando la necesidad de programar integraciones específicas entre cada modelo y cada sistema, siempre que ambos soporten MCP.
Gracias a MCP, los agentes pueden conectarse con más de 1.400 herramientas ya disponibles en el catálogo de Foundry, incluyendo Salesforce, SAP y HubSpot. En este enfoque, los agentes actúan como ensambladores inteligentes: seleccionan herramientas y las encajan para construir soluciones funcionales en tiempo real. Microsoft incluso permite que los desarrolladores adapten sus propias APIs para que funcionen como servidores MCP, ampliando el alcance del ecosistema.
Para dotar a estos agentes de discernimiento y criterio, la empresa presentó tres herramientas: Work IQ, Fabric IQ y Foundry IQ. Work IQ ofrece a los agentes visibilidad sobre el flujo de trabajo en Microsoft 365, mostrando qué hacen los usuarios y cómo interactúan los equipos. Fabric IQ introduce modelos semánticos basados en Microsoft Fabric para dar significado estructurado a los datos del negocio. Foundry IQ unifica el conocimiento y permite la memoria persistente entre distintas fuentes para responder preguntas como “qué significa prioridad en este contexto” o “qué implicaciones tiene modificar este proceso”.
Este enfoque promete un software montado a partir de piezas y principios, donde los agentes identifiquen necesidades, elijan herramientas y ensamblen soluciones completas con una comprensión real del entorno. No obstante, la adopción no está exenta de retos: se mantiene la necesidad de supervisión humana, surgen preguntas sobre ética y seguridad en la delegación de tareas, y se exige formación para convivir con estas entidades digitales.
La narrativa de Microsoft encuentra ecos en otras realidades del 2025. En el ámbito empresarial, eDreams Odigeo está acelerando su hoja de ruta centrada en un modelo de suscripción Prime, con inversiones para crecer el negocio hasta alcanzar 13 millones de suscriptores para 2030, ampliar a nuevos productos como billetes de tren y expandirse internacionalmente. La idea de combinar servicios y productos con experiencias guiadas por suscriptores se alinea con la lógica de “componer soluciones” que propone el nuevo paradigma de desarrollo de software desarrollado por Microsoft.
La economía digital, sin embargo, se mantiene sensible a la volatilidad del mercado y a las noticias de los gigantes de la IA. Un informe del mercado europeo señala que, en un día de referencia, Nvidia y las actas de la última reunión de la Fed están en el centro de la atención de inversores; Nvidia se espera con resultados que podrían mover las valoraciones del sector, mientras otra nota apunta a la caída de eDreams tras cambios en su estrategia Prime. Esto recuerda que, detrás de las promesas de automatización y agilidad, existen impactos de negocio y perceptiones de riesgo que las empresas deben gestionar con cuidado.
En el terreno humano, historias simples de la vida diaria añaden una nota de humanidad a este paisaje tecnológico. Un relato reciente destaca la gratitud de una madre hacia un conductor de autobús en Madrid que recargó el abono transporte caducado de su hijo de 12 años con su propio móvil. Gestos así resaltan la relevancia de que la automatización y los sistemas inteligentes operen en un marco de empatía y apoyo real a las personas y comunidades.
Y, mientras la imaginación tecnológica dibuja futuros posibles, otras iniciativas señalan un ecosistema que acompaña a estas transformaciones: KPMG anunció un nuevo negocio para startups, reforzado con la contratación de Marta Echarri, señal de que la innovación y el asesoramiento estratégico se entrelazan con el crecimiento de soluciones digitales cada vez más complejas.
La conclusión es clara: el software del mañana no será solo código escrito desde cero. Será un mosaico de herramientas, APIs y conocimientos que los agentes combinan para crear soluciones acordes con objetivos de negocio y contextos específicos. Es un camino con desafíos, pero también con un potencial transformador tan grande como para redefinir la labor del desarrollador: pasar de escribir código a orquestar soluciones, supervisadas por humanos y guiadas por el contexto real de las organizaciones.
En definitiva, estamos dando los primeros pasos de una era en la que los equipos técnicos ya no están limitados a crear desde cero, sino a montar, evaluar y evolucionar soluciones con agentes que entienden la semántica del negocio y recuerdan lo aprendido. El viaje ya comenzó; la pregunta es cuánto y cuán rápido estaremos dispuestos a explorar este nuevo modo de construir software.