En 2025, el mundo tecnológico parece moverse entre tres grandes ejes: incentivos para la inversión, seguridad y soberanía digital, y una aceleración sin precedentes de la inteligencia artificial generativa. Cinco noticias recientes muestran cómo estas dinámicas se entrelazan para definir oportunidades, riesgos y estrategias en empresas, gobiernos y ecosistemas tecnológicos.
La historia de Puerto Rico ilustra cómo un estatus político puede convertirse en una ventaja competitiva. Los productos fabricados en la isla entran a Estados Unidos sin aranceles, y el territorio ofrece una batería de incentivos: exención del 100% de las ganancias durante 15 años para determinadas actividades, créditos fiscales de hasta el 50% para I+D y del 35% para la compra de suministros locales, incentivos por creación de empleo y mejora de infraestructuras, y reembolso de hasta la mitad de los gastos de formación de trabajadores especializados. A ello se suman una moneda estable (el dólar) y un marco legal federal que refuerza la propiedad intelectual. En el primero tramo de este año, ya se han invertido 2.200 millones de dólares y se han generado 4.000 nuevos empleos, con hitos como la inversión de Eli Lilly por 1.200 millones para remodelar una planta de fabricación. Puerto Rico exporta principalmente productos médicos y farmacéuticos a España (4.500 millones de dólares en el año anterior), y las empresas españolas presentes en la isla generan 3.500 empleos. Todo ello está impulsado por una economía basada en manufactura —con la manufactura de dispositivos médicos como motor— y por un plan para añadir 3.000 megavatios de generación eléctrica y mejorar infraestructuras. En suma, la isla se posiciona como un puente entre Estados Unidos y América Latina, con una fuerza laboral bilingüe y una agenda centrada en I+D, IA e desarrollo empresarial.
En España, la seguridad tecnológica y la soberanía industrial ocupan un lugar central en las decisiones de defensa y en la cadena de suministro digital. El gobierno ha declarado que todos los equipos informáticos usados en redes públicas están certificados por el Centro Criptológico Nacional y sometidos a auditorías de seguridad. En línea con este marco, se prioriza, cuando es posible, el uso de equipamiento de empresas nacionales o de la Unión Europea, y se garantiza que los productos instalados en infraestructuras críticas estén certificados y cumplan con el Esquema Nacional de Seguridad. Estas respuestas se alinean con una visión más amplia de soberanía tecnológica y de fortalecer la base tecnológica e industrial nacional, incluso cuando existen debates y controversias sobre proveedores específicos, como Huawei. En el ámbito de la ciberseguridad pública, la Guardia Civil ha aceptado el patrocinio de Huawei en una competición, mientras que la UE y Estados Unidos mantienen cautelas al respecto. En un episodio más pragmático, el Ejército de Tierra ha cancelado la compra de drones chinos para Melilla, lo que ilustra la presión por alinear adquisición tecnológica con criterios de seguridad y preferencia por proveedores locales o europeos cuando es posible.
La evolución de la inteligencia artificial generativa en España y en Europa plantea un conjunto de realidades bien visibles. Según un observatorio, la adopción empresarial de IA en España se sitúa en una posición intermedia en la UE (11,4% frente a 13,5% de media). Las grandes empresas ya avanzan, mientras las pymes, especialmente las industriales, quedan rezagadas: solo el 7% de microempresas y el 8,6% de pequeñas empresas han adoptado IA, frente a 44% de las grandes y 20,6% de las medianas. Estos datos señalan una brecha de infraestructuras, talento y regulación, que se agranda ante un conjunto de retos que va desde la gobernanza de datos y la seguridad jurídica ante el AI Act, hasta la necesidad de inversión y nuevas alianzas público-privadas. En Europa existen iniciativas prometedoras, como sandbox regulatorio para IA de alto riesgo, proyectos de excelencia como ELLIS, y modelos de IA de código abierto desarrollados en español, como MarIA y ALIA. Expertos señalan que la clave está en convertir experiencia y talento en proyectos concretos, en alianzas europeas y en una transformación cultural que permita a las personas trabajar de forma colaborativa con máquinas. Los retos se resumen en desigualdad de acceso a infraestructuras, comarcalización de la conectividad y la computación en la nube, falta de talento especializado y complejidad regulatoria. A pesar de ello, los actores del sector comparten una visión optimista: la IA generativa tiene el potencial de multiplicar la productividad y abrir la puerta a una automatización más profunda, siempre que se combine inversión, talento y un marco regulatorio estable.
En América Latina, la geopolítica se está moviendo con sutileza y mucha influencia. El análisis sobre la huella rusa en la región describe a la propaganda y la cooperación estratégica como herramientas de poder más allá de las armas tradicionales. En particular, Venezuela figura como un laboratorio para una estrategia rusa que combina suministro de armamento, tecnología, inteligencia y respaldo diplomático para proteger intereses y ampliar márgenes de maniobra ante la presión occidental. El esquema se apoya en contratos energéticos, explotación de recursos y la posibilidad de disuasión mediante presencia tecnológica y de seguridad —sin necesidad de una intervención militar visible— para proyectar una imagen de multipolaridad y autonomía. Este enfoque no está exento de riesgos: la intervención de actores privados como Wagner ha generado preocupaciones por derechos humanos, opacidad contractual y posibles fricciones con fuerzas extranjeras. En este tablero, Latinoamérica podría convertirse en un escenario donde la influencia no se mida solo en batallas, sino en contratos, inversiones y narrativas que redefinan alianzas regionales y la seguridad local.
Por último, la reflexion sobre movilidad de talento y acceso a la educación superior en Estados Unidos y Europa remata el cuadro. Un artículo de opinión cuestiona el sentido de limitar el acceso de estudiantes extranjeros a universidades de prestigio como Harvard, señalando que gran parte de esos estudiantes financian su educación con becas y que el pago al contado de matrículas por parte de estudiantes extranjeros ha crecido. El debate apunta a la importancia de las políticas migratorias y de talento para sostener la innovación y la competitividad tecnológica global, recordando que limitar el flujo de talento puede afectar la capacidad de las instituciones y, por extensión, el ecosistema tecnológico mundial.
Así, estas cinco noticias, tomadas juntas, muestran que la economía de la tecnología en 2025 depende de un delicado equilibrio: incentivos que atraen inversiones, normas y certificaciones que aseguran seguridad y soberanía, una IA generativa que promete convertir la productividad y una geopolítica que redefine alianzas y acceso a recursos y talento. En este paisaje, las empresas y las naciones que logren coordinar inversión, seguridad y talento tendrán una ventaja decisiva para colaborar, competir y liderar en la próxima ola tecnológica.